En el marco de la feria del libro, Felipe Pigna y Osvaldo Bayer se presentaron en Córdoba. El encuentro se llevó a cabo en el Auditorio del Sindicato de Luz y Fuerza, el viernes 14 de septiembre. A continuación, te comento algo de mucho de lo ocurrido en aquella jornada teñida de vergüenzas e historias.
¡Por otro lado!
El inicio de la conferencia estaba previsto para las 19:30 hs. Pasado un cuarto de las siete de la tarde, el público se asomaba por la puerta de entrada buscando desesperadamente un sitio para sentarse. Ya no importaba si era en butacas, al borde del escenario, en el pasillo, o donde fuera. La meta era no quedarse parados. Pero para desilusión de todos, ya no había más lugar. En cada uno de los rincones del auditorio se encontraba un ser humano abriendo su anotador, prendiendo su grabador o poniendo pilas a la máquina de fotografías.
A la hora pautada para el inicio de aquella agradable revisión histórica, una voz anticipó a los que estábamos sentados en el pasillo que por allí pasarían los autores. Su anuncio, significaba que debíamos pararnos para dar lugar a los futuros protagonistas del evento. Todos estábamos muy ansiosos. Queríamos ver de cerca los rostros de aquellas figuras que aparecen en los libros y nos narran parte de las verdades ocultas. Rápido, todos nos pusimos de pie e hicimos un espacio para que entraran Pigna y Bayer. Estábamos listos. Las máquinas enfocaban la puerta de entrada, la gente asomaba su cabeza entre las demás. Cada uno de los presentes pretendía ser el primero en ver a las personalidades y obtener la mejor fotografía de ellos.
De pronto, alguien comenzó a aplaudir. Un grito de bienvenida confirmó la presencia de los autores. Murmullos y palabras sonaban por lo bajo. Pero los que estábamos dando lugar para que pasaran por el pasillo no veíamos nada. De inmediato, alguien dijo: “¡Están allá!”, nos dimos vuelta, y observamos como ambos historiadores se sentaban cómodamente en su escritorio. ¡Nos engañaron!, ¡cómo si hubiese sido fácil pararse del diminuto espacio que le correspondía a cada uno!, pero bueno… la alegría y las ansias de escuchar a los autores, animó a que todos volviéramos a nuestra incómoda posición sin decir una palabra.
¿Y la discreción y el respeto?
Como es común desde hace más de tres años, ya no hay espacio público carente del “sonidito” de los teléfonos celulares. Pero a ésta pequeña aclaración, en la charla del viernes se sumó que la dueña del aparato se puso a hablar como si estuviera en su casa. Al parecer, el hombre de al lado estaba medio aburrido con el discurso de los historiadores, porque se puso a observar la conversación telefónica. Está bien, hay que reconocer que a lo mejor fue su manera de llamarle la atención. Aunque…¡se veía muy concentrado en las palabras de la interlocutora!.
Parece que el “fenómeno celular” arrasó con todo. Ni el ayudante de los autores, ubicado a la izquierda del escenario, llegaba a tiempo para alcanzar el micrófono al público. Esta demora tenía su fundamento en que antes de hacer su trabajo, tenía que terminar de enviar unos mensajitos de texto. ¡Qué bárbaro! Después se quejan porque el abono no les alcanza…
¿Y esa foto?
Como mencioné más arriba, la sala estaba colmada de gente. No entraba más nadie. Por esta razón, esta fotografía me pareció una manera de resumir las diversas posiciones en que se encontraba el público, como así también su comodidad. ¿Comodidad? Bueno sí…una forma de decir.
Como podrás ver, una chica está mirando para abajo, sentada en “forma de indio”. Al lado derecho un zapato, al parecer un pie estirado. Continúa la pierna de una persona, que sí está sentada en una butaca y delante de todos estos elementos el espaldar de las sillas de la fila de anterior. La verdad un espectáculo… realmente una suite.